María Agúndez: “La realidad está muy bien, pero la libertad creativa que aporta la ficción da mucho gusto”


La escritora publica con Editorial Dieciséis su primera novela, ‘Piscinas que no cubren’, un paseo hedonista por la etapa más reveladora de una infancia entre mudanzas


María Agúndez lleva ya diez años viviendo en Madrid, una ciudad que le enfada un poco “todos los días” y en la que trabaja como freelance grabando locuciones para anuncios. Su voz agradable y su risa socarrona, divertida, la convierten en una candidata estupenda para este tipo de oficios. Estudió publicidad y guión de cine. Le gustan los talleres de escritura, Natalia Ginzburg, la serie Los Durrells y coger muchos libros de las bibliotecas públicas. Aunque nació en Zaragoza, su niñez transcurrió de un sitio a otro y uno de los lugares que más peso tuvieron en esta etapa de su vida fue Menorca, la isla que protagoniza, junto con Marieta, Piscinas que no cubren. Cuenta María que esta revisión de sus orígenes se gestó, en parte, junto a Sabina Urraca y Andrea Abreu en el taller de Fuentetaja, al mismo tiempo que se cocinaba Panza de burro. Las grandes editoriales no quisieron entender a Marieta, niña gorda e ingeniosa, lo que demuestra muy bien su autenticidad.




PREGUNTA. Piscinas que no cubren es un libro que rezuma libertad. Da la sensación de que has disfrutado mucho de todo el proceso de escritura.

RESPUESTA. No sé muy bien cómo hará la gente, pero para escribir tengo que disfrutarlo porque si no, no me sale. He leído que hay autores que lo pasan fatal escribiendo y yo lo paso mal cuando tengo que llegar a una idea nueva antes de sumergirme a escribir. Para mí, ese es el proceso más angustioso y doloroso. Cuando das con una idea de la que estás enamorada, el proceso de llevarla a cabo me parece súper placentero. Si lo haces con gusto, creo que el lector lo va a percibir. Me apetecía un poco poner al lector en brazos, acunarlo, generarle una sensación placentera.

P. Hay una tendencia en la literatura actual de regreso a la infancia, ¿no crees?

R.  Personalmente no escribí la historia con ninguna intención en particular, sencillamente me apetecía mucho tratar ese tema. Creo que necesitaba colocar ciertas cosas, nombrarlas, responder a preguntas sobre la relación conmigo misma y con mis padres. No puedo generalizar, pero en la vuelta a la infancia de las obras actuales veo una voluntad de revisión y orden. Nos llaman egocéntricos pero, joder, qué suerte tenemos de poder mirarnos el ombligo, reconocernos e intentar no cagarla.

P. Entonces es un ejercicio de liberación, esa vuelta a una niñez pura y sin censura

R. Claro, luego todo se vuelve más oscuro. El personaje de una niña me parece más ilimitado, pese a la acotación del lenguaje. No ha sido fácil adaptar la escritura al lenguaje de esa edad y Alejandro, el editor, y yo lo hemos revisado mucho. Pero por lo demás, creo que el personaje de una niña te permite mucha más libertad de emociones. Me da la impresión de que con un personaje adulto tienes que contenerte más porque hay emociones que le incomodan a la gente, como la ira, que genera mucho rechazo. Aunque también puede haber una infancia dolorosa y que genere mucha incomodidad.

P. Independientemente de la voz del personaje, tampoco es fácil pulir el lenguaje tan bien como lo has hecho

R.  ¡Ay, muchas gracias! Tanto mi madre como muchas personas de mi círculo cercano se sorprendieron cuando lo leyeron porque no se esperaban que estuviese bien escrito. Les sorprendió esa precisión. Pero es porque soy meticulosa. Lograr una expresión sencilla del lenguaje tiene su complicación. A veces parece que la expresión sencilla es una cuestión de azar, pero hay un trabajo detrás. Con mucho cariño, claro.

P. ¿Te definirías entonces como una escritora meticulosa?

R. Soy una persona bastante obsesiva, con sus luces y sus sombras. Lo malo es que sufres un montón en tu día a día y lo bueno es que puedo sacar un texto más redondo. Quizá al decir lo siguiente me esté tirando piedras a mí misma, pero no soy una gran virtuosa de las tramas. Eso es algo que me ocurría cuando estudiaba guión, era más de diálogos, de observar el mundo de los personajes. También te ocurrirá a ti como lectora, ¿no? Tendrás tus tendencias. A mí me fascinan los personajes. Puedo estar ante un novelón, pero si los personajes no me enganchan, si no me interesan los diálogos, difícilmente voy a adentrarme. Otras personas, en cambio, son fanáticas de una buena trama. Es algo que observaron en otras editoriales. Me dijeron que la novela parecía más bien un análisis de personajes. Bueno, puede ser.

P. ¿Cuánto hay de Marieta en María Agúndez?

R.  Mucho (risas). Es inevitable tirar de una misma para escribir aunque juegues un poco con la realidad, porque la realidad está muy bien pero la libertad creativa que aporta la ficción da mucho gusto. Por ejemplo, con la escena de la caca en la piscina. Mis vecinos del Opus dei se cagaron en mi piscina un par de veces y tuvimos que sacar las cacas antes de que las viesen mis padres. De verdad que venían a hacer caca a mi piscina, ¡es una puta locura! Cómo no tirar de esos recuerdos. Lo verdadero tiene muchísima fuerza y mientras puedas usarlo sin ofender a nadie, añadiéndole literatura, consigues algo muy especial. Creo que se nota mucho cuando un libro tiene mucha verdad.


Pendientes de la autora hechos por su madre a partir de dientes de leche y que se mencionan en la novela.


P. Y tu libro tiene mucho de observación ingeniosa de la condición humana. Recuerda a autores como Jorge de Cascante, ¿es para ti una referencia?

R.  Sí, claro. Jorge de Cascante me mata, me encanta. Soy muy fan de su escritura. Es de estos autores que te hacen ver las cosas como él las ve. Quizá miré de una forma parecida a Menorca. ¿Tú has estado en Menorca?

P. ¡No, nunca! La isla es un personaje más de la novela, pero las descripciones de los escenarios y las luces de neón podrían pertenecer a Torremolinos.

R.  O a Torrevieja. Es un común denominador de las ciudades de vacaciones.

P.  La estética de lo cutre, con la que es tan fácil quedarse embobada con esos detalles tan feos como apasionantes.

R.  Claro. Son lugares que no podemos hacer como que no existen. En Cala ‘n Bosch, donde vivíamos nosotros, apenas hay turismo nacional. Es un reducto de gente que está ahí y, claro, tiene su propia versión de la isla. Hay quien dice que no es un turismo de calidad, pero tampoco creo que lo sea el turismo de franceses ricachones que elevan los precios de los alquileres. Tengo amigos de Menorca que ya no pueden comprarse ni un piso enano en el pueblo por este motivo. Es un tema muy polémico.

P. Un tema que aparece en el libro de forma leve, desde la visión de la niña

R. Claro. Para que te hagas una idea, en Ciudadela, donde viven los protagonistas del libro, hay en realidad veintitrés licencias de taxi. Imagínate. Es un sitio muy pequeño para admitir a la cantidad de gente que va.


María Agúndez no es mucho de fotos, tiene muy pocos selfies en el móvil.


P. ¿Cómo te ha ido en las presentaciones del libro?

R. Increíble. Ha sido muy emocionante. Estoy súper contenta. He experimentado por primera vez en mi vida la satisfacción prolongada en el tiempo. Cuando me casé, al día siguiente estaba muy contenta, claro, pero la sensación se sumó rápido al resto de los días. Es como cuando empiezas en un trabajo que te encanta. Al principio estás muy emocionada, pero esa emoción se transforma cuando te adaptas. Pero el libro me ha provocado una satisfacción permanente en el tiempo. Ojalá esta sensación pudiera trasladarse a los demás ámbitos de la vida. Es una maravilla, ver la acogida que ha tenido entre la gente. Editorial Dieciséis es pequeñita y, claro, no es lo mismo que ir con Anagrama o Sexto Piso. Todo es más complicado. Aún así, todo está siendo muy bonito. Cuando me llamó Alejandro para decirme que quería publicar la novela, mi chico estaba delante y, al colgar, me dijo: ¿pero tú te crees que se le puede hablar así a una persona? Porque le había dicho a Alejandro, ¡Pero a ver, tú por qué me llamas a mí, por qué quieres publicar este libro, dime las razones por las que te gusta este libro! ¡Por qué te gusta si a nadie le gusta! Mi psicóloga me dijo que no hay que criticar a tus propios hijos y que el libro es como mi hijo. Desde ese día no he vuelto a hablar mal de él. Estoy encantada.

P. 
No me olvido de tu faceta de ilustradora, ¿De dónde sacas esas ideas tan guays?

R. Viene todo de la cuarentena. Yo no soy ilustradora, pero en cuarentena me dio por coger la tablet de mi chico y ponerme a dibujar. Supongo que como no soy ilustradora lo hacía con menos presión y más divertimento. Sentía mucha libertad y poca presión. Era un gusto. Pero no soy ilustradora al uso. Alguna vez me hacen encargos, que hago con mucho gusto, pero poco más.


Ilustración de María Agúndez, de la serie Tila y el mar. Encargo para el Fanzine Girls From Today.


P. ¿No te da la impresión de que están generando mucho interés?

R.  Sí, bueno, la gente me escribe, lo comparte, hasta lo publicaron en Yorokobu. Fue como ¡qué guay, fíjate!


Ilustración de María Agúndez.